lunes, 30 de marzo de 2015


INCOHERENCIA

 

Emerson acertó al decir: éxito es obtener lo que se desea, felicidad es disfrutar lo que se obtiene.

El 29 de marzo de 2015 será para la familia Bernal Martínez un día de grandes enseñanzas y profundas reflexiones.

El día como tal era domingo, pero no cualquier domingo, era Domingo de Ramos, y para nosotros cristianos católicos practicantes era fundamental asistir a la eucaristía, y lo pensábamos hacer al medio día dado que estaba precedida de la procesión, este era el plan hasta que salió la programación del partido de futbol del equipo al cual perteneció Felipe hasta ese preciso día.   

Ante esta citación, y teniendo en cuenta los sacrificios que había hecho Felipe durante la semana para poder ir a los entrenamientos, ¡había que ir!, había que estar allá, sobre todo porque habíamos oído de boca del técnico que los jugadores que iban al entrenamiento tenían más chance de ser tenidos en cuenta por el cuerpo técnico para el partido.

Con ese aliciente fuimos a misa de ocho, y nos preparamos para estar a tiempo en el compromiso.

Es que nosotros como papás le estábamos dando ejemplo a Felipe de compromiso y entrega, -mijo, hay que perseverar, le decíamos, y le “dorábamos la píldora” cada vez que él nos decía desde enero de 2015 -cuando conoció quien sería el entrenador- que él no quería seguir, que él se quería retirar.

-Mijo por Dios, ¿cómo se va a retirar? Si el equipo de ustedes salió subcampeón, y a usted le fue muy bien en ese equipo, ¿por qué se quiere retirar?  

-Es que yo no voy a tener oportunidad en ese equipo, a mí no van a poner a jugar, siempre voy a ser suplente, haga lo que haga siempre voy a estar de suplente.

-Felipe no se imagine cosas, no se predisponga, vaya y entrene y vera que el técnico lo va a tener en cuenta.

Y en medio de ese diálogo empezamos el año, y en uno de esos días Felipe llegó puntual, estuvo en la charla técnica y por indicación del técnico le tuvo que prestar su camiseta a otro joven que no llevó el uniforme, para que éste jugara, mientras que él se iba para la banca, y luego en el segundo tiempo se tuvo que poner esa camiseta sudada para jugar.

Ese acto que no nos gustó no pasó desapercibido, fuimos a hablar con los profes del año pasado quienes nos dieron ánimos, y nos dijeron que el técnico era bueno, que le diéramos un tiempito.

-Papi, mami, sáquenme de futbol, yo no quiero volver a futbol. –Nos imploró Felipe.

- Animo mijo, no desfallezca, el que persevera alcanza.

Y Felipe a querer salirse y nosotros a juro a enseñarle sobre el compromiso.

-Papi es tú no vez que haga lo que haga el técnico siempre me pone de suplente.

Y ante ese discurso hablé con el técnico, quien muy amablemente me contestó, y me dijo unas palabras tan profundas y de tanta admiración por el trabajo que venía desarrollando Felipe, que no me quedaron dudas, y así se lo dije a la mamá: -Lic, el técnico le tiene fe a Felipe y le va a dar al oportunidad. Que no falte a los entrenamientos.

Y llegó la preselección de los jugadores, y ese sábado de enero, 15 fueron seleccionados de una vez, y el técnico le dijo a Felipe y a otros: el martes les decido.

-Lic, pero yo no entiendo este técnico, por un lado dice que Felipe está comprometido, que siga adelante, y por otro lado le pega semejante totazo emocional. –Decía yo, sin entender las incoherencias.

¿Y ahora cómo le explicamos a Felipe sobre los frutos de su perseverancia?

El domingo de ese enero, como a las 5 p.m. recibimos un mensaje: “papás, Felipe entra en el equipo, vengan el lunes a firmar la planilla”.

Yo lloré, mi emoción era total, -vio mijo, ¡vio!, la perseverancia, la constancia, la disciplina. Es que mijo nosotros sabemos porque le decimos las cosas, así que ánimo, a entrenar. 

Y mientras tanto las uñas de Felipe cada vez más corticas, y la periferia de los dedos también, y los papás comprometidos y Felipe callado, y los discursos del compromiso del técnico cada vez más convincentes.

Y ante las palabras del técnico, y la fe en ellas hay que comprometernos Felipe, venga sacrifique el fin de semana y estudie, para que pueda ir a los entrenamientos de la semana, y el técnico lo tenga en cuenta, -no ve que el técnico ha dicho en las charlas con los papás que los que entrenan tienen mayor oportunidad. -Le repetía yo como una lora-.

Y Felipe nos creía, y nos respetaba y cumplía, y se comía sus uñas y sus dedos, y callado obedecía.

Hasta que llegó el domingo 29 de marzo, y Felipe no jugó ni un minuto, el partido se acabó, el técnico agarró su tabla y salió, y Felipe fue saliendo cabizbajo, con el dolor contenido, el técnico, el docente, el formador, no le dijo ni una palabra.

Al llegar a la puerta yo abracé a mi hijo, y con mis apenas 20 años de experiencia docente le dije al técnico: -técnico, ¿ni una palabra para este muchacho? 

Entonces el técnico se acordó de que tenía a un preadolescente al frente, y le dijo: -Felipe, usted sabe que yo le doy la oportunidad.  

Y Felipe con la voz del que ya no cree en nada, y con los ojos llenos de lágrimas le respondió: -Edwin, eso no es así, yo ya sé que haga lo que haga yo siempre voy a ser un suplente en su equipo.

¡Qué papás tan incongruentes!

 ¡Qué equipo técnico tan incoherente!

A mí en ese momento se me cayó la venda, y en medio de la tristeza y la desilusión, de la vergüenza por haber sometido a mi hijo a semejante estrés, hice lo que debía haber hecho hace mucho tiempo, me acerqué al técnico y le informe que Felipe había tomado la decisión el no volver al equipo, y que el papá y la mamá le respetaban la decisión.

El técnico me pidió un espacio para ir a entregar unas cosas, y volver a terminar la conversación, y hasta este momento lo sigo esperando.

Hoy 30 de marzo, muy amanecido porque no he podido conciliar el sueño por lo injusto que fui, por lo embustero que fui, por lo sádico que fui, al someter a mi hijo a semejante tortura, escribo esta líneas para recordarme que el silencio de los inocentes es un grito de auxilio.

Yo entregué a mi hijo a una tortura innecesaria, lo engañé confiado en palabras aduladoras fabricadas en oropel.

¿Cuánto daño?

¿Cuánto sufrimiento en pos de qué?

Felipe no está triste, está tranquilo, no puede estar feliz, porque salir de un suplicio no da felicidad, da libertad.

Yo nunca había percibido una escuela como una jaula, ni había encontrado tanta incoherencia entre el decir y el hacer de un discurso “docente”.

Hoy nos vamos, Felipe muy tranquilo, impresionantemente tranquilo, ¡pues claro! Si él nos cumplió a todos, a todos nos creyó, a todos nos está mostrando que nosotros estábamos equivocados, y que alguien le mintió.

Yo sigo masticando mi amargura, y en medio de todo le doy gracias a ese 29 de marzo que nos mostró que las percepciones de los muchachos no son ambigüedades e incoherencias superfluas. ¡Hay que creerles!, y creerles a tiempo.

¡Ojala nosotros lo hayamos hecho a tiempo!

Hoy Felipe se va del equipo, se va por la puerta grande, se va demostrándonos a los adultos que somos incoherentes, y que en medio de esas incoherencias que decimos podemos causarle mucho daño a la gente, y lo peor es que ni nos damos cuenta de lo que estamos dañando.

 

Guillermo Alejandro Bernal R.