Carta a Felipe.
Medellín, 19/07/10.
Hola Felipe, hace rato no te
escribía. Mañana estaremos de bicentenario en esta tierra que, como en tu
caricatura sobre la historia sigue peleando, se sigue matando.
¿Recuerdas la caricatura que
hiciste? En ella estaba Bolívar enfermo, oyendo sobre la peleas de la Nueva
Granada y Venezuela, que las pintaste como dos mujeres agarradas del pelo. Nada
más patético. Nada más actual.
Y recuerdas quién te estaba
asesorando en la realización de la tarea: era yo, tu papá, al que días antes le
habías dicho que casi no compartía contigo, hecho que dadas las circunstancias
era verdad.
No compartía contigo,
querido hijo, porque estaba cumpliendo con una labor que nos corresponde a los
hijos. Estaba turnándome con mis hermanos y con mi mamá, en el cuidado de mi
papá, tu abuelito Alejandro, quien intentaba recuperarse de una más de sus
largas y duras hospitalizaciones.
Era verdad que salía
temprano y llegaba tarde, era verdad que no compartía contigo lo suficiente, a
pesar de que estabas en vacaciones, pero, es que las enfermedades no conocen de
tiempos libres. Nada más te menciono que fue un día que salí a caminar y a
comprarte el antibiótico para combatirte una otitis que te despertó a las cinco
de la mañana, cuando me llamaron a decirme que mi papá estaba muy mal, vomitando,
sufriendo, penando por dolores abdominales.
Y si no recuerdas, tu
abuelito Alejandro en sus últimos años ha estado muy enfermo. Ahora se está
consumiendo lentamente, como los pabilos de las luces que iluminan a los
santos, que no sirviendo para darle luz a una habitación, tampoco se extinguen.
Sí, así está mi papá, así está tu abuelito, así vienes viviendo tu primer
contacto real con el dolor, con la angustia y con los seres que se están
despidiendo.
Feli. ¿Y qué pasa contigo
mientras tanto? Tú sigues en el colegio, eres muy aplicado académicamente, por
eso tanto mami como yo valoramos tu esfuerzo y te lo admiramos, te decimos que
te felicitamos y estamos orgullosos de que sepas aprovechar lo que debería ser
un deber del Estado pero, en tu caso se convierte en un privilegio de pocos:
¡una buena educación!
Resulta Feli que la
educación de calidad en esta Colombia del bicentenario no la recibe todo el
mundo. Por ejemplo: tú estudias en un colegio privado, tus pedagogos son
personas formadas en las universidades. Tienes siete años y ya estás teniendo
contacto con otras lenguas, otras culturas y, aunque suene a diálogo extraterrestre,
con otros mundos.
Pero no sólo estás en un
colegio de nivel académico alto, también estás aprendiendo a bailar una forma
de danza que denominan baile callejero: “street dancing”. Entrenas futbol y Hap
Ki Do, y aprendes computadores.
¿Qué significan esos
estudios en tu vida? Significan en conjunto las posibilidades de acceder a una
formación amplia y liberal, abierta, sin dogmas, atenta al cambio.
Permíteme hacer acá un
paréntesis para decirte que ya no estás en dos clases: las de música y las de
natación.
Las primeras, es decir las
de música, no las continuaste recibiendo porque expresamente nos dijiste que no
querías seguir en guitarra. Si no recuerdas, yo te recuerdo que la iniciación
musical fue para ti muy divertida cuando aprendiste de ritmos, dibujaste las
notas, tuviste contacto con el pentagrama, como lo hemos tenido todos en esta
familia que, al fin y al cabo es musical pero, qué pasó. Pasó que tu entusiasmo
al pasar de flauta a guitarra decayó tanto que hasta llegaste a llorar para que
no te lleváramos a las dos últimas clases del semestre. Estudiaste con gran responsabilidad
y te demostraste a ti mismo que te ibas de música porque no querías continuar y
no, porque no fueras capaz con la asignatura.
Recuerdo que durante una
comida familiar, de esas en las que conversamos sobre el día de cada uno. Como
decías tú en la guardería: ¿Cómo fue tu día? Nos dijiste claramente a mami ya
mi que no querías recibir más formación en guitarra. ¿Y qué hicimos mami y yo?
Conversamos, evaluamos las ventajas y las desventajas de atender tu solicitud y
decidimos, conjuntamente, que si no ibas a ser feliz en el aprendizaje de un
pasatiempo no debías continuar en él.
Acá se rompe el primer
esquema rígido que nosotros (papi y mami) traíamos de nuestra formación. Respetamos
el hecho de que no quisieras algo que nosotros queríamos. Queríamos que
continuaras una formación musical, acorde con la herencia que nos viene: recuerda
que tu abuelito Alejandro fue un gran músico. Pero Feli recuerda también que un
pasatiempo produce placer, no puede generar dolor, aburrimiento y tristeza.
También recuerdo que tuve
que ir a suspender el curso de natación que iniciarías, era el último de todo ese mundo acuático que
venías recorriendo en la piscina olímpica. ¿Qué pasó? Te dio otitis. Y con mami
decidimos que algún día nadarás bien, al fin y al cabo ya flotas y te defiendes
solo en una piscina. Ridículo sería arriesgar tu integridad, -recuerda que
tuviste otitis- por enseñarte a nadar.
Es simpático mencionar que en este momento que
estamos viviendo, se considera en el ámbito sociocultural donde desarrollas tu
vida que, saber nadar es una necesidad social. Por ahora evitaremos que te
enfermes con consecuencias graves. Luego nadaras. Cierro paréntesis, como decimos acá.
En cuanto a la danza
callejera, ahí te va muy bien, estás en un grupo que es aventajado, incluso
tendrán presentaciones públicas patrocinadas por la empresa privada: Peldar. Y
acá hay mucha música, mucho ritmo y mucha coordinación. Y mucha decisión de tu
mamá y mía para permitir que nuestro hijo baile, y reciba clases de baile. Te
recuerdo que estamos en una sociedad de críticas mordaces, que no tiene
clemencia, donde el baile todavía es mitológicamente femenino, y sólo unos
pocos han roto el paradigma. Bailar te da libertad, lo haces bien, te gusta, se
ve que lo disfrutas. Qué bueno que bailas. Tu mamá y yo disfrutamos tus
presentaciones, nos llenan de orgullo, sobretodo porque te lo gozas. Por eso lo
haces muy bien. ¡Ánimo!
De otro lado están dos
deportes socialmente muy practicados, por los que pueden, y ese pueden, me
remonta a mi gran desventaja física, el asma. El futbol es un deporte que al
igual que el Hip hop requiere trabajo en equipo, requiere entrenamiento,
habilidades, esfuerzo y buena salud. Tú
los tienes todos. Yo no tuve buena salud.
Recuerdas ese maravilloso
día en que evitaste el desastre total del equipo. Estaban jugando contra unos
niños muy grandes del Country Club. Aunque dicen, ¿dicen? Que eran de la misma
edad, no lo creo pero, bueno, el cuento va a que ustedes iban perdiendo por
cuatro a cero y se auguraba una paliza, es decir perder por más de diez goles.
En ese momento jugabas de “volante creador” con otros cuatro volantes creadores
y un arquero que evitaba los goles que podía. Fue en una de las tomadas de agua
que te dije: Feli, juega como defensa, que en ese puesto te va muy bien.
Aunque el partido se terminó
perdiendo por seis a cero, todos los papás del equipo, en esos quince minutos
que jugaste como defensa, se aprendieron tu nombre. Es que empezaste a evitar
goles, le diste solidez a un equipo que estaba desarticulado. Al principio sólo
yo te gritaba: “Feli ataca.” Feli cubre.” Feli marca ese niño.” “Feli saca ese
balón”. Después vino lo maravilloso, todos los papás encontraron en tu juego la
forma de evitar la goleada vil y descarada, de dos dígitos. Todos te animaban,
todos te aplaudían, y al final todos te felicitaron.
Feli, era un partido más,
incluso el equipo lo perdió y tú eras parte del equipo perdedor, pero, tú
salvaste el honor. Tu entrega, tu voluntad de sacrificio evitó el desastre. Y
tu Feli, aprendiste que todos tenemos un lugar destacado, no sólo los
delanteros. Ese día la figura fue un defensa. Fuiste tú.
Ahora sigues jugando, cada
vez con más coordinación, sigues entrenando, tienes amigos en el equipo:
“Escuela de futbol de San Lucas”, socializas, aprendes estrategias y, en el
colegio juegas con Nico, Ema, Jero y otros que no recuerdo.
Incluso Feli, esa fiebre de
futbol nos llevó a que llenáramos en familia el Álbum del mundial. ¡Recuerda
que te pagamos toda la caja de láminas! Y fuimos muchas veces a las esquinas
del barrio a cambiar “monas”, como dice la mamá.
Eras admirador de Messi
(Lionel, argentino) Tanto que te compraste con tu dinero, el que te ganas
modelando, la camiseta del 10 argentino. Y cuando los alemanes eliminaron a
Argentina, te volviste hincha de España, en parte por hacerle contrapeso a esa Alemania
“malvada”.
Feli, disfrutamos en familia.
Incluso para poder hacerlo, algunos partidos del mundial los vimos en la
clínica, mientras el abuelito unas veces empeoraba y otras mejoraba. Que paseos
los de esa época. De la casa a clínica y de la clínica a la casa. A veces en un
silencio que rompías con tu pregunta sobre el por qué de esta rutina. A veces viajábamos
con un poco más de ánimo, o de incertidumbre. Esa incertidumbre que todavía nos
acompaña y que hace que el abuelito, la abuelita, los tíos, es decir mis
hermanos, las esposas y yo, y ustedes, los nietos, vivamos una agonía que
nos carcome y que en realidad nos hace mal vivir.
Ahí está la causa de tu
reclamo, de mis llegadas tarde a casa, de mis faltas en el acompañamiento que
nos debemos. Hijo por favor entiéndeme. Estoy cumpliendo con un deber moral,
doblemente moral, de acompañar a mi papá en este momento tan largo y tan
penoso, y de ayudarle, como médico a que no tenga dolor, ahora que su cuerpo
cada vez demuestra más y más que no es recuperable.
¿Y del Hap Ki Do qué? Del
Hap Ki Do la espiritualidad, el crecimiento, la disciplina. Ya pasaste el
cinturón más violento, el que sólo usa la fuerza, el que no combina el ser con
el saber. El blanco. Ahora cada paso es hacia la superación física, mental y
espiritual. Difícil raciocinio a los siete años pero, no imposible. Cada vez te
debes dominar más. Todo ese entrenamiento para controlar la fuerza, lo bestial,
para acumular las habilidades que te den el poder, la madurez para ser un
hombre como el niño que eres: tranquilo, pacífico, calmado. A veces más de lo
deseado.
Como vez Feli, tienes un
abanico de posibilidades y tienes unos papás que te valoran y respetan tu
voluntad, si ésta se encuentra enmarcada en la lógica, no tu lógica, no nuestra
lógica, sino la lógica familiar. Acá, en esta familia, tenemos derechos y
deberes. Acá, en casa, tenemos libertad para actuar. Recuerda: libertad, es decir: responsabilidad.
Por eso hay horarios, porque
hay responsabilidad, por eso tu mamá y yo tratamos de que nuestros vacios
pedagógicos no signifiquen desventajas para ti en el futuro, por eso pronto tú
sabrás más de computadores que tus papás, porque así es la historia, porque así
evolucionamos y porque así honramos nuestros compromisos, por ejemplo el
nuestro como padres. Cuidándote y formándote lo mejor que podamos.
Hijo ¡TE AMAMOS! Mami y papi.
19/07/10.