viernes, 18 de octubre de 2013


Yen yen pakase lele kuenda mbansa

Valiente cimarrón ven a casa.

 

 

Señor Malaquías, usted es el último cimarrón vivo en Colombia, usted representa a miles de hombres y mujeres que sufrieron las ignominias de la opresión. Le pido que me cuente lo que vivió cuando no tuvo derechos, y cómo los recobró.

 

-Sabe que yo moriré lejos de mi patria –dijo el anciano-. Hombres que no hablaban mi lengua me secuestraron, me ultrajaron, cambiaron mi nombre, y me vendieron como mercancía; según ellos los negros no tenemos sentimientos, ni alma, ni razón.

 

Me trajeron encadenado a esta tierra lejana, aquí me juntaron con otros y nos obligaron a trabajar para ellos. Por la noche nos encerraban en una celda. Allí el fantasma de la esclavitud nos rasgaba la espalda. Era indigno, inhumano, y sólo hería la piel de los de nuestra raza. No teníamos derecho a nada. 

 

Una noche la mazmorra donde nos recluían se empezó a inundar y nos obligaron a salir. Sentados a la intemperie soportamos el temporal. No nos importó; desde nuestra llegada era la primera vez que veíamos la luna, y el campo cuando éste era de nuestro color. ¡Y oímos los tambores!: Yen yen pakase lele kuenda mbansa.

 

Volvimos a vivir, teníamos un anhelo. Supimos que en esta tierra podíamos tener un hogar. A pesar de haber vuelto al encierro aprendimos a escuchar la cadencia de los cueros gritando ¡libertad! Y entre cantos y susurros llegó la esperanza, el viento nos trajo el mensaje del palenque, donde ellos no se atrevían a entrar.

 

Y volvió a llover. Otra vez nos sacaron, pero en esta ocasión cuando nos fueron a unir las cadenas los atacamos, ellos sufrieron el horror de nuestra furia. Algunos comenzaron a llevar en su rostro la marca que dejaba nuestra emancipación. Estábamos dispuestos a todo con tal de recobrar nuestra autonomía y dignidad.       

 

Al ingresar a los matorrales, oímos próximos los ladridos y los gritos de los caporales, también el trueno de los disparos, pero entre más corríamos más cerca retumbaban los tambores: Yen yen pakase lele kuenda mbansa. Yen yen pakase…

 

Cuando mis fuerzas escaseaban caí, y un perro me alcanzó, me mordió y se aferro a mí. Con mi cadena lo golpeé y lo reventé, y cojeando me aferré a mi ilusión. Oía sus voces muy cerca de mí, de pronto sentí una mano fuerte sobre mi hombro, era el final, enfurecido iba a entregar mi vida en la última batalla, pero ellos me hablaron en bantú. En ese instante las fuerzas de mi cuerpo me abandonaron y no pude dar un paso más. Me desmayé.

 

Entre varios me entraron a San Basilio, a mi lado algunos bailaban mapalé. Los tambores retumbaban en la manigua, y le contaban al viento que otra vez Malaquías estaba entre su gente, donde todos éramos iguales, y era libre. Así fue como llegué al palenque, el lugar donde recobré mi derecho a ser humano.        

 

Pakase lele   

 

Autor: Guillermo Alejandro Bernal R. Papá de Felipe Bernal Martínez de 5C.

 

PRIMER PUESTO, EN LA CATEGORÍA D DEL CONCURSO CUÉNTAMELO TODO. COLEGIO CANADIENSE. MEDELLÍN 2013