Yen yen pakase lele kuenda mbansa
Valiente cimarrón ven a casa.
Señor Malaquías, usted es el último cimarrón vivo en
Colombia, usted representa a miles de hombres y mujeres que sufrieron las ignominias
de la opresión. Le pido que me cuente lo que vivió cuando no tuvo derechos, y cómo
los recobró.
-Sabe que yo moriré lejos de mi patria –dijo el
anciano-. Hombres que no hablaban mi lengua me secuestraron, me ultrajaron,
cambiaron mi nombre, y me vendieron como mercancía; según ellos los negros no
tenemos sentimientos, ni alma, ni razón.
Me trajeron encadenado a esta tierra lejana, aquí me juntaron
con otros y nos obligaron a trabajar para ellos. Por la noche nos encerraban en
una celda. Allí el fantasma de la esclavitud nos rasgaba la espalda. Era
indigno, inhumano, y sólo hería la piel de los de nuestra raza. No teníamos
derecho a nada.
Una noche la mazmorra donde nos recluían se empezó a
inundar y nos obligaron a salir. Sentados a la intemperie soportamos el
temporal. No nos importó; desde nuestra llegada era la primera vez que veíamos
la luna, y el campo cuando éste era de nuestro color. ¡Y oímos los tambores!: Yen yen pakase lele kuenda mbansa.
Volvimos a vivir, teníamos un anhelo. Supimos que en
esta tierra podíamos tener un hogar. A pesar de haber vuelto al encierro
aprendimos a escuchar la cadencia de los cueros gritando ¡libertad! Y entre
cantos y susurros llegó la esperanza, el viento nos trajo el mensaje del palenque,
donde ellos no se atrevían a entrar.
Y volvió a llover. Otra vez nos sacaron, pero en esta ocasión
cuando nos fueron a unir las cadenas los atacamos, ellos sufrieron el horror de
nuestra furia. Algunos comenzaron a llevar en su rostro la marca que dejaba nuestra
emancipación. Estábamos dispuestos a todo con tal de recobrar nuestra autonomía
y dignidad.
Al ingresar a los matorrales, oímos próximos los
ladridos y los gritos de los caporales, también el trueno de los disparos, pero
entre más corríamos más cerca retumbaban los tambores: Yen yen pakase lele kuenda mbansa. Yen yen pakase…
Cuando mis fuerzas escaseaban caí, y un perro me
alcanzó, me mordió y se aferro a mí. Con mi cadena lo golpeé y lo reventé, y
cojeando me aferré a mi ilusión. Oía sus voces muy cerca de mí, de pronto sentí
una mano fuerte sobre mi hombro, era el final, enfurecido iba a entregar mi
vida en la última batalla, pero ellos me hablaron en bantú. En ese instante las
fuerzas de mi cuerpo me abandonaron y no pude dar un paso más. Me desmayé.
Entre varios me entraron a San Basilio, a mi lado algunos
bailaban mapalé. Los tambores retumbaban en la manigua, y le contaban al viento
que otra vez Malaquías estaba entre su gente, donde todos éramos iguales, y era
libre. Así fue como llegué al palenque, el lugar donde recobré mi derecho a ser
humano.
Pakase lele
Autor: Guillermo Alejandro Bernal R. Papá de Felipe
Bernal Martínez de 5C.
PRIMER PUESTO, EN LA
CATEGORÍA D DEL CONCURSO CUÉNTAMELO TODO. COLEGIO CANADIENSE. MEDELLÍN 2013
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