MAESTRO
SAMUEL BERNAL
Este
humilde campesino oriundo de La Ceja del Tambo5, nació en la vereda
San Miguel, el 13 de abril de 190013,14, en el hogar
conformado por Blas Bernal y Francisca Patiño8. Fue el segundo hijo
del matrimonio.
Debido
a las circunstancias de lugar: vivía en la zona rural, lejana del área urbana
del municipio, en los albores del siglo XX, y de modo: pertenecía una familia
campesina pobre, su formación académica fue muy limitada, al punto de llegar a
su juventud con nociones muy elementales de las letras y las operaciones
aritméticas básicas.
Dedicó
su juventud al cultivo de las tierras de otros, jornaleando por un pago para su
sustento, y en algunas ocasiones llegó a trabajar la arriería, con Valerio
Carmona, su cuñado, principalmente entre el oriente de Antioquia y Medellín, llegando a ir hasta los que ahora son los
departamentos del Eje Cafetero21.
De
ese tiempo sus mayores recuerdos, cuando hablaba de su niñez, se remitían a la
pobreza en que vivían en su casa de “El Burro”, y a los desastres y hambrunas que
causaron las plagas de langosta que azotaron el oriente antioqueño en la
primera y la segunda década del siglo XX.
Gracias
a su musicalidad innata10 que, según la tradición oral9,
provenía del contacto con su abuelo paterno Juan María Bernal, quien
interpretaba la lira, desde la edad de 11 años comenzó a tocar tiple, lira y
guitarra103 en forma destacada, conformando un trío con Carlos Toro
y Cruz Carmona, y con él amenizaban verbenas9.
Fue
precisamente durante una festividad de la Virgen Inmaculada9,17,
celebrada con toda la pompa en la vereda “Las Lomitas”, por el presbítero Jesús
María Piedrahita Duque28, que Samuel y sus compañeros de trío,
reforzado para la ocasión con Francisco Cardona, también músico de cuerdas,
conocieron un armonio15.
Después
de una de las salves en la finca del Padre Piedrahita, el sacerdote invitó a
Samuel a que tocara el armonio portátil, que había mandado traer desde la
iglesia del pueblo, para ver cuál de los músicos lo podía poner a sonar. Al
principio no pudo interpretar nada, pues desconocía por completo el instrumento
y su teclado, pero luego se animó y como pudo toco de oído una pieza conocida15.
Gracias
a su capacidad musical logró interpretar en el armonio portátil los cantos en
latín que él conocía, y que hasta ese momento se cantaban sin acompañamiento
instrumental. Ante estos acontecimientos el Padre Piedrahita lo comprometió
para que tocara en la iglesia, pero ya no en el armonio portátil, sino en el
armonio grande, de fuelle.
El
armonio grande era francés, con un teclado de 8 octavas y 14 registros (13
individuales para el teclado y uno que quedaba a la altura de la rodilla del
ejecutante, que abría los 13 anteriores cuando se requería un tutti).
Era de sistema neumático, contaba con dos pedales que llenaban de aire un
fuelle a su interior15.
Viendo
el sacerdote las capacidades artísticas de Samuel le contrató como profesor de
música al Maestro José María Bravo Márquez16. Debía recorrer Samuel
una distancia de 8 kilómetros a pie, desde su vivienda rural hasta la Iglesia,
para recibir la lección en el armonio de fuelle, y luego devolverse ya de noche
hasta su casa.
En
1923 contrajo matrimonio con María Cleofe González Carmona y se trasladó de la
vereda San Miguel a la cabecera municipal13. En ese momento era un
campesino jornalero, que tocaba lira con sus amigos en un trío30, y estudiaba
órgano con el organista mayor de la
iglesia parroquial de La Ceja16 – el
Maestro Bravo Márquez-31.
Les
contaba a sus hijos el Maestro Alejandro que, en ese momento la vida de Samuel -su
progenitor-, sufría muchos cambios extremos, que en ocasiones no le eran
fácilmente asimilables.
Uno
de ellos tenía que ver con sus dedos y manos tan gruesos7 que eran
toscos para la labor musical, por ello tenía que modificarlos para adquirir la
agilidad digital y la flexión en sus muñecas, que le permitieran percutir
adecuadamente las notas a la velocidad que el ritmo de las piezas le indicaban y
con la exactitud que la partitura lo exigía.
Para
este menester María, su esposa, le tenía preparada cada tarde, cuando llegaba
de jornalear, una palangana con agua caliente, en la cual Samuel al llegar a
casa, después de descargar la jíquera, el machete y el azadón, metía sus manos
en la jofaina y las estiraba y flexionaba, para aflojarles las callosidades
propias de la faena agraria18, acto seguido, cuando ya las sentía
menos rígidas, se sentaba durante horas a practicar en el armonio.
Otro
cambio que tuvo que asimilar fue el de calzarse, debido a que cuando el Maestro
Bravo Márquez32 dejó su puesto de maestro de capilla97 en la parroquia de La
Ceja, lo asumió el Maestro Jaime Santamaría Vasco30,31, quien aceptó
enseñarle13 a tocar el órgano tubular, pero exigió que su alumno
usara zapatos, para que le fuera más fácil y coordinado tocar los bajos del
pedalero20. Lo anterior requirió dos acciones: aprender a usar
zapatos, después de haber “andado a pie limpio” durante casi tres décadas; y
tener que sacar de su exiguo jornal dinero para un lujo que en medio de las
necesidades familiares era un gran sacrificio.
Adicionalmente
le correspondió continuar sufragando los costos de las clases que recibía,
teniendo que destinar de su escaso salario como jornalero, la suma de 70
centavos mensuales, para pagarle al Maestro Santamaría13.
Amén
de todas estas penurias y sacrificios, el tiempo que tenía que dedicar a arar
la tierra para recibir un jornal, llevaba en ocasiones a Samuel a no rendir
adecuadamente con el repertorio que le dejaban de tarea, haciendo que el
Maestro Santamaría le expresara abiertamente al Padre Piedrahita, sus dudas sobre
el compromiso de su alumno con la música.
Todo
ello llevó a Samuel a tomar la determinación de rendirse y devolverse para “El
Burro”7.
En
esas deliberaciones consigo mismo estaba cuando María, su esposa, en un acto de
osadía le al Presbítero Piedrahita contó de las intenciones de su marido, quien
le ordenó no obedecerlo por mandato de la iglesia, y como deber marital no
dejarlo abandonar la carrera musical17.
Como
reconocimiento a su constancia y capacidad musical, fue nombrado por el Padre
Piedrahita en 192813, organista titular de la Parroquia de Nuestra
Señora del Carmen, cargo que desempeñó por 52 años -hasta 198010-.
Les contaba el Maestro Alejandro
Bernal a sus hijos que, teniendo él 13 años, don Samuel, su progenitor, lo
llevó a Abejorral a visitar a Manuel José, su hermano mayor, quien era el
corista de iglesia Nuestra Señora del Carmen79, y
a disfrutar de un concurso de bandas que había en el municipio.
Decía el Maestro Alejandro que su sorpresa fue mayúscula cuando en una alborada,
cinco bandas municipales se ubicaron alrededor de la plaza, y en homenaje a
quien para ese entonces ya era un compositor reconocido, interpretaron al
unísono Amanecer13 (marcha festiva, con la introducción y sus
tres partes distribuídas de manera ordenada y en las tonalidades clásicas)15.
Músico
respetado y admirado31, ortodoxo en la interpretación instrumental,
llegó a tener en su repertorio obras de envergadura técnica, tales como
oberturas y piezas de exigente ejecución, a más de la música religiosa del
momento que requería de verdaderos virtuosos del órgano tubular10,20.
También se desempeñó como director de la
banda parroquial de La Ceja, y al preguntarle en una ocasión cómo enseñaba a
manejar instrumentos que él no tocaba, muy serio contesto:”para eso están los
libros” 10.
Sorprende
y contrasta el párrafo anterior, con el inicio de la biografía. La superación y
el esfuerzo demostrados por el Maestro Samuel Bernal Patiño son dignos de
admirar, toda vez que pasó gracias a su constancia, de ser un joven cuyos conocimientos
del castellano eran rudimentarios18, a tener una caligrafía y
ortografía7 que aún hoy en día son dignas de admiración entre
quienes tienen contacto con sus datos, reportados en los libros que manejó
pulcramente durante su ejercicio como secretario del despacho parroquial19.
Adicional
a esa tarea tuvo que aprender a leer y comprender el italiano de los libros de
música en los que estudiaba, y el latín, el idioma de la iglesia católica en el tiempo en que se desempeñaba como corista, trabajo
en el cual no sólo tenía que cantar sino escribir en papel pautado104
–musical- y enseñarle las obras a los miembros del coro9, para
poderlas interpretar adecuadamente durante los servicios religiosos.
Pero
su labor docente más importante y destacada la desempeñó enseñándole a sus
hijos: Manuel J., Alejandro, Jesús María, y Juan Alberto, solfeo, y las bases de la
interpretación magistral del órgano tubular y el armonio, amén de la dirección
musical, toda vez que también aprendieron a dirigir y realizar arreglos para grupos
musicales, tal como lo aprendió El Maestro Samuel, de su profesor el Maestro
Tomás Pérez29.
En
su vida como corista titular de la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen16,
cantó además de trisagios, salves y entierros, 48.180 misas, y en su vida como
músico formó seis bandas de músicos, cinco de cuerda, y la banda parroquial103.
Miembro
respetable de la comunidad cejeña, fue condecorado por la Santa Sede10.
El texto del diploma reza así: “El Sumo Pontífice Paulo VI se ha dignado
conceder la condecoración de la Cruz Augusta, por la Iglesia y por el Pontífice,
al señor Samuel Bernal, establecida para aquellos que realizan una obra insigne.
e igualmente le concede la facultad de lucir esta distinción. Ciudad del
Vaticano, Septiembre de 1971103.
Al
condecorarlo, el señor Obispo de la Diócesis de Sonsón-Rionegro, Monseñor
Alfonso Uribe Jaramillo, le dijo: “Este homenaje no lo pidió usted, don Samuel,
sé que no lo necesita. Este homenaje lo pidieron su párroco, su Obispo y sus
amigos. No es un acto de agradecimiento, es un acto de justicia con un hombre
que dedicó los mejores años de su vida al servicio de la comunidad”. En 1979
recibió la Orden al Mérito Cejeño, por su aporte a la comunidad13.
A
los 82 años de edad, debido a padecimientos severos de salud, tuvo que ser
remitido a Medellín, profetizando antes de salir de La Ceja para esa ciudad,
que “yo de este viaje ya no vuelvo”. Falleció en Medellín el 17 de marzo de
1982.
El
Maestro Samuel Bernal Patiño, es el patriarca de una estirpe musical dentro de
la que se destacan como organistas los Maestros Manuel J. Bernal31,
Alejandro Bernal, Jesús María (Suso) Bernal, Alberto Bernal, y como cantantes
del género religioso las Señoras Pastora Bernal, Isabel Bernal, y las Señoritas
Carmen Emilia Bernal y Albertina Bernal.
Músico fecundo compuso innumerables obras musicales, entre ellas tres dedicadas a sus hijos: Carmen, Nino, y Cecilia.
También compuso variadas marchas, valses, pasillos y pasodobles, dentro de los que se destacan: A Nena, Alegría, Amanecer, Amapola, Amorío, Angelito, Cariño, Corazón que llora, Hacia La Cruz15, Feliz año nuevo, Festejos, Flor del valle, Juguetón, Junto a la cruz, Lamentos, Ligia, Rintanita, Una noche, Oh Madre, Ven13,19.
Escrito por Guillermo Alejandro Bernal Rodríguez,
publicado en La música
de nuestros ancestros, 2014, ISBN 978-958-58771-0-8
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