martes, 8 de mayo de 2012


COMO LOS DOS LADOS DE LAS MONEDAS



Las filas en los bancos los días posteriores al pago de la quincena son insoportables. Uno no debería  estar sometido a este tipo de vejámenes.

  

De pronto caigo en la cuenta del lugar donde estoy: un banco. Y comprendo que voy como un desalmado, avanzando paso a paso en una fila que parece interminable. Miro para los lados y veo que todos tenemos la misma cara de terneros huérfanos. Los más precavidos ingresaron con un periódico que, por más extenso que sea, sucumbe ante esta tortura.



-¿Y cómo le habrá ido a mí niña en su recorrido hasta la universidad? –Me pregunto con mucho susto-. Hoy fue la primera vez que condujo sola hasta allá, se fue en el carrito que comparte con su hermano,  no pude convencerla de que no lo hiciera, ¡qué cosa tan horrible! Me derrotaron en gavilla.



Yo no quería que ella se fuera conduciendo por entre esos buses manejados por atorrantes sin juicio que creen, o mejor dicho, ¡no creen en nada! Están seguros de que alguien los espera en el infierno, y por eso corren como almas que le huyen al diablo.      



En verdad no deseaba prestarle el carro pero, ¿quién se la aguantaba? -¡Papi, déjame ir en el carro para la universidad! –Me decía la niña-, mientras me miraba con esos ojitos llenos de ternura.

-Mija venga yo la llevo en la camioneta –le decía-. Pero la mamá la secundaba en la súplica.

–Mijo deje que la niña vaya en el carrito a la universidad, vea que las compañeritas ya están yendo a estudiar en los carros de la casa.

El único que comprendía mi angustia era Andrés. Él sí me apoyaba, diciéndole a la niña que no se fuera manejando por entre esa cantidad de buses. Que si quería él la llevaba.

-¡Ese muchacho si me entiende! –pensaba yo.

Pero no. ¿Quién se aguanta a dos viejas jodiendo? –Papi ¿sí? –Decía la una.

 –Mijo, déjele llevar el carrito -decía la otra.

Y yo no pude controlar tanta súplica. Terminé diciéndole que sí a la niña, y vea, ahora estoy en este banco, en esta fila que no avanza, pensando en ella. ¡Qué angustia!

Justo cuando salía de ese tormento, después de casi dos interminables horas de fila, me llama el conductor de la tractomula número cuatro y me informa que está varado.

¡Precisamente se vara la única mula a la que no le debía pasar nada! –pensé.

Ese flete tiene clausula de entrega. ¿Entonces? Menos mal la mula número uno ya estaba descargada.

-Hombre, ¡definitivamente estos celulares lo sacan a uno de unos problemas! –me decía y mismo.

Logré coordinar por teléfono que el conductor de la mula número uno se fuera a encontrar al de la mula número cuatro, y que la grúa saliera a ayudarlos. Necesitábamos mover esa carga antes de que se nos hiciera tarde y nos activaran la multa por la demora.



Gracias a Dios la mula quedo en una bahía que hay a la entrada de un motel, sin hacer obstrucciones en la vía.



-¿Y para dónde voy yo un lunes a las 10 de la mañana? Para la puerta de un motel pero, no a fisgonear quién entra y quién sale, sino a desvarar una mula.



No todo en la vida de uno es felicidad. Ya el problema de la carga que teníamos que entregar me había hecho olvidar el susto por el viaje de la niña hasta la universidad, cuando; mientras parqueaba el carro, ahí junto a la mula varada, me da por mirar para la puerta del motel, ¿y qué alcanzo a ver? La parte de atrás del carrito de los muchachos.



Cómo sería la cara con la que me bajé, que el conductor de la mula me dijo: -jefe no se estrese que no son ni siquiera las once de la mañana y el contenedor tiene que estar en esa empresa hoy antes de las cuatro de la tarde. Así que no es sino que la grúa venga, cambiamos los cabezotes, y ella se lleva la cuatro. En menos de dos horas solucionamos el problema. Según mis cálculos no nos quedan pendientes más de 30 kilómetros de recorrido.            

¿Y cómo le decía yo al conductor de la cuatro que el problema de la carga acababa de pasar a segundo plano?  Ahí, en mis narices, ese noviecito del carajo, con risita de yo no fui, tan bien puestecito el vergajo éste, se me estaba comiendo la niña.



¡La niña! Si ella apenas acababa de cumplir los 18. Yo sé que en esta época no se cuidan virginidades ni nada de esas cosas pero, la niña está muy chiquita para estar yendo a moteles, y menos a las once de la mañana, cuando se supone que debería estar estudiando.



Hombre ¿Y sí se estarán cuidando? ¿Con qué estará planificando la niña? ¿Si sabrán que el condón se pone desde el principio?

¡Esta situación si es muy estresante! Me provoca entrarme a ese motel. ¿Pero a qué? ¿A sacarlos del pelo o a darles consejos?



-Ve mijo, parquéate bien esa mula, de manera que cuando llegue la grúa no sea sino cambiar lo necesario, alzar la varada y, seguir el camino, para que entreguemos la mercancía a tiempo. –Decía yo ahí afuera, mientras mi mente estaba allá adentro.  



¿Y yo con qué cara voy a mirar a la niña esta noche durante la comida? ¿Y qué hago con el noviecito? Yo llego a la casa y hablo con la Mona ¿Y qué le digo? Mona ve, vos que decías que ese noviecito de la niña era encantador. ¡Encantador! Pero de serpientes. Esta mañana se estaba comiendo a la niña y nosotros pensando que los dos no se cogían una mano porque no tenían tiempo sino para estar estudiando. Estudiando si pero, pura anatomía comparada.



-¡Patrón! -Me dice el de la grúa con ese acento bien chambón que se manda- deje que yo engancho ese cabezote en un ratico y nos vamos, para que tengamos tiempo de jartarnos el almuercito y ver las noticias. No ve que hoy muestran los goles.



Yo con esta angustia que me carcome el alma y este otro atorrante pensando en “jartar” y en ver goles. -Haga las cosas con juicio y bien concentrado a ver si nos vamos todos a seguir las tareas del día. –Le respondí-, de manera que no sonara descortés el comentario, y no me siguiera la charla.

Hoy no estaba para aguantar “chanchonadas”. –Pensé, y seguí el trabajo en silencio.



Gracias a Dios la desvarada fue fácil y antes de la una, como había dicho el Chancho, la mula número uno seguía su curso con el contenedor, y la grúa se llevaba la cuatro para el taller. Y yo volvía a la angustia de mi niña.



Era mejor que Andrés la hubiera llevado a la universidad –me repetía mientras manejaba-. Por lo menos si ese carita de santo quiere estar con la niña que le pida el carro al papá pero, que no ponga en evidencia el carrito de los muchachos. Que haga como hacía yo, cuando le decía a mi papá que me prestara el carro para irme a jugar billar con los amigos. Y el juego aunque si era de taco y bolas, no era en un billar, terminaba siendo en un motel con la Mona.



¡Ja! Me acuerdo y me da risa, ahorrar todo un mes, no sólo dinero, sino también ganas, para poder irme con la Mona para un motel. ¿Y quién estará pagando la cuenta? Ahora no faltaba más que yo sea él que además de estar poniendo el carro y a la niña este pagando el programita.                       



¿Y qué le digo yo a la Mona? Pues le digo lo que le tengo que decir pero, ¿Cómo le cuento a la Mona, ¡a la Mona mamá! que, su niña esta de rumba en un motel?



No oí ni las noticias, no supe en qué momento recorrí la distancia entre ese motel y la casa. Yo no tenía cabeza para pensar en lo que estaba haciendo, me daban vuelta imágenes impensables. Es que uno como papá no se imagina a los hijos en ninguna actividad sexual pero, yo camino a la casa me estaba imaginando a la niña y a Tito en las escenas más estrambóticas. ¡Qué horror! Que vergüenza.



Pero… ¿Y cuál es el derecho que me asiste a mí para reclamarle a una mayor de edad, actuaciones que no están afectando a nadie? ¡Ay, mi niña! ¿Cuándo creciste tanto? Cuídate, ¿sí? Dios te salve María, llena eres de gracia… 

Ahí estaba yo, manejando. Imaginándome escenas impúdicas y rezando. ¿Rezando para qué? Para que le fuera bien a mi niña. Pero ¿bien en qué? ¡Virgen santísima! Yo tengo que sentarme a hablar largo y tendido con ese desgraciado del noviecito de la niña. ¿Y qué le voy a decir? ¿Qué por qué se está comiendo la hija mía? Hombre, uno si es que es muy huevón. ¿No?



Seguro que donde el del cuento fuera Andrés, yo estaría feliz, hasta me quedaría en la puerta del motel para tirarle voladores cuando saliera. Y a la noviecita, a ésa, bueno, a ella si le diría que se cuidara y, por supuesto, que me siguiera cuidando así de bien al muchacho.



Vea que paradoja, al uno estoy que lo mato y a la otra la querría más. Definitivamente este mundo si está lleno de tránsfugas, machistas, solapados. Entre ellos ¡yo!



Bueno. Ya llegué a mi casa. Ahora a ver cómo le cuento a la Mona algo que no le va a gustar.



-¡Mija por Dios! ¿Usted no estaba en la universidad?



-Si papi, pero el profesor no pudo ir porque se le complicó un paciente y nos pasaron la clase para el sábado.

-Papi. Pero si no es por Tito, me toca quedarme en la universidad. No ve que Andrés llegó como a las 10 a la universidad y todo apurado me pidió las llaves del carro. Tenía tanto afán que casi no me deja sacar las llaves del bolso. Me dijo que le prestara el carro que antes del almuerzo volvía por mí. Y si no es por Tito allá estaría.



-Ay mija por Dios, ese Andrés sí es mucho bandido, deje que cuando llegue a la casa yo hablo con él. Mija pero verla a usted aquí hoy a la hora del almuerzo me quitó el dolor de cabeza que traía, y hasta me devolvió el apetito que se me había embolatado.



Almorzamos lo más de bueno. La Mona, la niña, Tito, -tan buena gente ese muchacho-. Como dice la Mona: “se le ve la clase por encima”, Y yo, que hacía mucho tiempo no disfrutaba tanto un almuerzo en familia. Lastima Andrés. Yo sabía que él estaba ocupado. De no estarlo hubiera almorzado con nosotros.-Dije en voz alta.



Me fui feliz para la empresa. Hasta me agradó ver al Chancho y le pregunté por los goles del equipo.



Como los dos lados de las monedas, la vida tiene unos momentos de tristeza y desasosiego y unos momentos de alegría infinita. Y hoy yo estaba contento. Tanto que por la noche cuando me encontré con Andrés le pregunté: -Oiga mijo, ¿usted por qué le quitó el carro a la niña?

-Papi es que lo necesitaba –me respondió el zumbambico este.

-¿Y para qué lo necesitaba? –le pregunté yo-. Y el muy bandido me fue respondiendo:

-Papi, para irme con unos amigos a jugar billar.



Galdjú Belrod.14/01/10

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