jueves, 3 de mayo de 2012


MI PAPÁ

Medellín 08 de agosto de 2010.



Hola Mariana, Pablo, Felipe y Samuel. Hoy les escribo para recordarles a un hombre que no volverán a besar en la frente, ni le volverán a decir: -Hola abuelito.

Hoy en familia, con nuestros mejores amigos, despedimos al abuelito Alejandro. Él con el estoicismo que lo caracterizó, ayer nos dijo adiós.

A pesar de que su cuerpo estaba maltrecho y muy enfermo, mi papá, su abuelito, nunca dejó de estar como quería sentirse y como quería que los demás estuviéramos: ¡muy bien! Invariablemente, hasta en sus momentos postreros estuvo, según sus palabras, bien. Muy bien.

Hoy, Mariana, Pablo, Felipe y Samuel, despedimos a un hombre de silencios profundos, de meditaciones serenas, y de conceptos claros.

Hoy es tiempo de recordar que al abuelito Alejandro lo trajo de la Ceja a Medellín su hermano mayor, quien para 1948 ya era un músico famoso, el Maestro Manuel J Bernal.

Mi papá llegó al colegio de San José, con poquito menaje, y con un don guardado entre sus manos.

Un día mientras caminaba por los correderos del colegio oyó un piano y, empujado por su musicalidad se fue a ver quien lo tocaba. Encontró a un hermano cristiano que sufría oyendo como su alumno no era capaz de tocar la Marsellesa, a pesar de estarla estudiando desde hacía varios meses.

Mi papá desde la puerta veía la escena, hasta que el hermano cristiano lo increpó: -¿usted qué hace ahí parado?

Mi papá dejó su timidez para responderle: -yo sé tocar la Marsellesa.

Ese día, comenzó la carrera musical del abuelito Alejandro en Medellín.

Como decimos en Antioquia, al hermano cristiano “se le apareció la virgen”.

Ya tenía músico, pero, músico de verdad, para recibir al hermano superior que venía de Francia a visitar esta provincia.  Ante él, no sólo toco los himnos representativos, sino que demostró que sus manos eran un tesoro. Y él era un artista.     

Su abuelito Alejandro, de la mano de Manuel J., llegó a la época de oro de la radio. Allá en medio de la camaradería musical compartió con los mejores artistas que tenía Colombia en ese momento. Allá fue donde empezaron a llamarlo Maestro.

El Maestro Alejandro Bernal, se convirtió en un icono musical de la Medellín de la década de los sesenta y los setenta, tanto así que Coltejer le encomendó los arreglos musicales para conmemorar sus 60 años como empresa. El municipio de Medellín lo contrató como el músico oficial de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1976 y el Atlético Nacional le pidió que compusiera la música para su himno oficial (El tango).

En la década de los ochenta, el abuelito Alejandro estuvo enseñándole a muchas personas a tocar órgano. Varios alumnos suyos se ganaron los concursos que se hacían en televisión. Ellos eran los mejores alumnos del mejor profesor.

Esa capacidad de enseñanza no pasó desapercibida para Colombia. El Congreso de la república reconoció que el abuelito Alejandro era un excelente profesor de música y lo condecoró con la orden Francisco de Paula Santander.

Mariana, Pablo, Felipe y Samuel. Su abuelito Alejandro, nos tenía una sorpresa guardada. En la década de los noventa, el municipio de Medellín lanzó el concurso Maestro Carlos Vieco Ortiz, que premia a los compositores de música colombiana.

En silencio, con la modestia que lo caracterizó, envió su obra al concurso. Nosotros nos vinimos a enterar que había concursado, el día que llamaron a la casa a informarnos que el pasillo titulado Linda, compuesto por el abuelito, era el ganador del primer concurso de intérpretes y compositores de música Colombiana, Maestro Carlos Vieco Ortiz.

Así era el abuelito Alejandro. A la vez, era el dueño de un virtuosismo musical que fue aplaudido en todos los países donde se presentó, y era también el dueño de una timidez que lo encerraba en meditaciones profundas y silencios imperturbables.

Ya cuando sus canas eran evidentes y la fatiga de una vida bohemia y musical hacían mella en su cuerpo, la Honorable Asamblea de Antioquia y el Municipio de La Ceja lo exaltaron como antioqueño ejemplar e hijo insigne de la “feliz perla pura” del oriente.

¿Y qué hacia el abuelito ante esos reconocimientos? Miraba con sus ojitos vivaces y su sonrisa tímida a quienes se los entregaban. Muy respetuosamente decía gracias y acto seguido, ese ser que casi no hablaba, se sentaba ante los teclados a manifestarles, con el corazón entre sus manos, toda la gratitud que su ser sentía.

Hoy Mariana, Pablo, Felipe y Samuel, despedimos a un hombre que literalmente hablaba a través de sus manos. Un hombre cuyo máximo amor fuimos su esposa y sus cuatro hijos, y su máxima alegría fueron ustedes, sus cuatro nietos.  08/08/10                        

No hay comentarios:

Publicar un comentario