MI
PAPÁ
Medellín 08 de agosto de
2010.
Hola Mariana, Pablo, Felipe
y Samuel. Hoy les escribo para recordarles a un hombre que no volverán a besar
en la frente, ni le volverán a decir: -Hola abuelito.
Hoy en familia, con nuestros
mejores amigos, despedimos al abuelito Alejandro. Él con el estoicismo que lo
caracterizó, ayer nos dijo adiós.
A pesar de que su cuerpo
estaba maltrecho y muy enfermo, mi papá, su abuelito, nunca dejó de estar como
quería sentirse y como quería que los demás estuviéramos: ¡muy bien!
Invariablemente, hasta en sus momentos postreros estuvo, según sus palabras,
bien. Muy bien.
Hoy, Mariana, Pablo, Felipe
y Samuel, despedimos a un hombre de silencios profundos, de meditaciones
serenas, y de conceptos claros.
Hoy es tiempo de recordar
que al abuelito Alejandro lo trajo de la Ceja a Medellín su hermano mayor,
quien para 1948 ya era un músico famoso, el Maestro Manuel J Bernal.
Mi papá llegó al colegio de
San José, con poquito menaje, y con un don guardado entre sus manos.
Un día mientras caminaba por
los correderos del colegio oyó un piano y, empujado por su musicalidad se fue a
ver quien lo tocaba. Encontró a un hermano cristiano que sufría oyendo como su
alumno no era capaz de tocar la Marsellesa, a pesar de estarla estudiando desde
hacía varios meses.
Mi papá desde la puerta veía
la escena, hasta que el hermano cristiano lo increpó: -¿usted qué hace ahí
parado?
Mi papá dejó su timidez para
responderle: -yo sé tocar la Marsellesa.
Ese día, comenzó la carrera
musical del abuelito Alejandro en Medellín.
Como decimos en Antioquia,
al hermano cristiano “se le apareció la virgen”.
Ya tenía músico, pero,
músico de verdad, para recibir al hermano superior que venía de Francia a
visitar esta provincia. Ante él, no sólo
toco los himnos representativos, sino que demostró que sus manos eran un
tesoro. Y él era un artista.
Su abuelito Alejandro, de la
mano de Manuel J., llegó a la época de oro de la radio. Allá en medio de la
camaradería musical compartió con los mejores artistas que tenía Colombia en
ese momento. Allá fue donde empezaron a llamarlo Maestro.
El Maestro Alejandro Bernal,
se convirtió en un icono musical de la Medellín de la década de los sesenta y
los setenta, tanto así que Coltejer le encomendó los arreglos musicales para
conmemorar sus 60 años como empresa. El municipio de Medellín lo contrató como
el músico oficial de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1976 y el
Atlético Nacional le pidió que compusiera la música para su himno oficial (El
tango).
En la década de los ochenta,
el abuelito Alejandro estuvo enseñándole a muchas personas a tocar órgano.
Varios alumnos suyos se ganaron los concursos que se hacían en televisión.
Ellos eran los mejores alumnos del mejor profesor.
Esa capacidad de enseñanza
no pasó desapercibida para Colombia. El Congreso de la república reconoció que
el abuelito Alejandro era un excelente profesor de música y lo condecoró con la
orden Francisco de Paula Santander.
Mariana, Pablo, Felipe y
Samuel. Su abuelito Alejandro, nos tenía una sorpresa guardada. En la década de
los noventa, el municipio de Medellín lanzó el concurso Maestro Carlos Vieco
Ortiz, que premia a los compositores de música colombiana.
En silencio, con la modestia
que lo caracterizó, envió su obra al concurso. Nosotros nos vinimos a enterar
que había concursado, el día que llamaron a la casa a informarnos que el
pasillo titulado Linda, compuesto por el abuelito, era el ganador del primer
concurso de intérpretes y compositores de música Colombiana, Maestro Carlos
Vieco Ortiz.
Así era el abuelito
Alejandro. A la vez, era el dueño de un virtuosismo musical que fue aplaudido
en todos los países donde se presentó, y era también el dueño de una timidez
que lo encerraba en meditaciones profundas y silencios imperturbables.
Ya cuando sus canas eran
evidentes y la fatiga de una vida bohemia y musical hacían mella en su cuerpo,
la Honorable Asamblea de Antioquia y el Municipio de La Ceja lo exaltaron como
antioqueño ejemplar e hijo insigne de la “feliz perla pura” del oriente.
¿Y qué hacia el abuelito
ante esos reconocimientos? Miraba con sus ojitos vivaces y su sonrisa tímida a
quienes se los entregaban. Muy respetuosamente decía gracias y acto seguido,
ese ser que casi no hablaba, se sentaba ante los teclados a manifestarles, con
el corazón entre sus manos, toda la gratitud que su ser sentía.
Hoy Mariana, Pablo, Felipe y
Samuel, despedimos a un hombre que literalmente hablaba a través de sus manos.
Un hombre cuyo máximo amor fuimos su esposa y sus cuatro hijos, y su máxima
alegría fueron ustedes, sus cuatro nietos.
08/08/10
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